Hoy el día ha comenzado muy pronto, a eso de las 6:00 ya estaba yo preparado para dejar Mérida, maletas hechas y desayuno en la habitación a punto.
Me dirijo a la estación de Renfe y el mío es uno de los primeros trenes del día.
Viene de Badajoz, ha pasado por varias estaciones y apeaderos y sale, desde Mérida, las 7:50.
Tiene prevista su llegada a Ciudad Real a eso de las 11:30; y así ha sido.
Tomo un refresco en la cafetería de la estación, haciendo tiempo para ir al hotel ya que es demasiado pronto para hacer el check-in.
Sobre las 12:30 me animo y marcho al alojamiento, me hacen la entrada con bastante antelación, subo a mi cuarto, me cambio de ropa, preparo algo en la mochila pequeña y… me lanzo a improvisar una caminata por los alrededores.
He visto alguna caminata por Wikiloc que se desarrolla por la zona e intento seguirla con el móvil.
Frente al hotel, en el polígono industrial, hay un camino que, entre naves, lleva a un centro de ocio, un parque acuático llamado Playa Park.
Desde aquí, por pista de tierra, se accede a una carretera en la que hay un par de facultades universitarias y una pista llamada ‘Senda Verde de Moledores’.
Esta senda llega a un cruce que me conduce al camino de la Atalaya y al parque forestal homónimo.
Llego hasta el mismo y hago un pequeño recorrido por entre sus sendas rodeadas de arboleda.
Inicio ahora el regreso al punto de partida. En esta ocasión tomo un sendero que me lleva al camino del Arca y este conecta con la Senda Verde del principio de la ruta.
Ahora sólo tengo que seguir el mismo itinerario, pero en sentido contrario, hasta llegar a la misma puerta del hotel.
Han sido un total de 10 cómodos kilómetros, hechos en un muy buen tiempo.
Como en el restaurante del recinto hotelero y subo a mi habitación, ducha, cambio de ropa y relax, siesta, escribir un rato, ver televisión.
Apenas tengo ganas de cenar y me voy a la cama bastante temprano.
El siguiente es el día de regreso a Alicante.
26/11/2022
Sábado, 26 de noviembre
A pesar de tener que tomar el tren por la mañana, no hay demasiada prisa ya que la salida es a las 10:12.
Tengo tiempo de sobra para desayunar tranquilamente en la cafetería del hotel, ultimar el equipaje, tiempo suficiente para el aseo y… finalmente me dirijo a Renfe, tomo ese tren que en cuatro horas me lleva directo a casa.
Termina así todo este viaje por tierras manchegas y extremeñas, que bautizaré como ‘mini vacaciones otoñales’
Otra noche pasada por agua y la mañana se ha despertado cubierta y amenazante.
Los planes han estado cambiando estos días dependiendo totalmente del estado del tiempo. Algo que va a quedar pospuesto es acercarme a Badajoz y pasar el día en esa ciudad.
Después de desayunar he salido a dar una vuelta por Mérida; todavía quedan sitios por visitar.
Frente al hotel se encuentra el Humilladero de la Basílica de Sta. Eulalia.
Xenodoquio
Vuelvo a cruzar el paso subterráneo de las vías del tren para acceder al Xenodoquio.
Masona, obispo de la diócesis emeritense, a finales del siglo VI, en época visigoda, erigió este hospital para enfermos pobres y, sobre todo, para los numerosos peregrinos que de lugares lejanos, venían a venerar la tumba de la Mártir Eulalia. La fuerte vinculación de esta diócesis con Bizancio fue grande, pues algunos de sus obispos eran originarios de Grecia. No es de extrañar que este edificio se inspire en modelo del Mediterráneo oriental.
Cruzo el río Albegarras, llego a la avenía de Felipe Corchero y, ante mí, se encuentra el Acueducto de San Lázaro.
Acueducto de San Lázaro y Depósito de Rabo de Buey
Para abastecer a la ciudad de Mérida se construyeron varios embalses y se captaron y encauzaron manantiales hasta los acueductos correspondientes. A Mérida llegaban tres acueductos: el acueducto Rabo de Buey-San Lázaro, el de los Milagros y el de Cornalvo, que abastecían a los Castellum Aquae o depósitos de agua. Las aguas eran recogidas fundamentalmente de dos embalses, el de Proserpina y el de Cornalvo, aunque esta teoría esta en entredicho ya que los romanos solían captar agua de manantiales y no de agua embalsada o estancada, puesto que esta última era propensa a la aparición de enfermedades.
Los materiales principalmente empleados son ladrillos y bloques de granito. La dirección del acueducto es desde el norte y noroeste de Mérida, donde se sitúan los manantiales de Las Tomas, Valhondo y Casa Herrera de los que se surte, hasta la propia ciudad.
Uno de estos aportes, el conocido como de San Lázaro o “Rabo de Buey” (nombre que recibe por un depósito de agua situado sobre el cerro del mismo nombre).
En el siglo XVI se construyó un acueducto nuevo utilizando muchos de los sillares del antiguo.
En el parque de San Lázaro, junto al acueducto, se encuentran los restos de unas Termas Romanas.
Después de disfrutar de unas carreras de caballos, nada mejor que relajarse en unas termas.
Esta era la función de estas termas romanas que están situadas a los pies del Acueducto de San Lázaro, el encargado de abastecer de agua a las termas. Allí acudían los romanos más nobles a disfrutar de los beneficios de las aguas.
Estas termas fueron descubiertas en 2004 y están muy cerca del Circo Romano.
Según se cree, datan del siglo II y contaban con piscinas de agua caliente, fría y una sala de vapor. También había una especie de gimnasio para los atletas.
Me dirijo, por la avenida de juan Carlos I, a la entrada de otra de las joyas de esta ciudad.
Circo Romano de Mérida
Este antiguo recinto para carreras de carros fue construido por los romanos en la colonia romana de Augusta Emérita a principios del siglo I d. C., durante la época de Tiberio, pocas décadas después de la fundación de la ciudad. Erigido extramuros de la ciudad y con una planta ovalada de unos 440 m de longitud por 115 m de ancho, este circo fue uno de los más importantes de todo el Imperio Romano después del Circo Máximo de Roma.
Con la oficialización del cristianismo en el siglo IV d. C. comenzó el declive de los espectáculos en el circo, pero se cree que estuvo en uso hasta el siglo VI. Después de muchos siglos de abandono, del edificio se conservan las ruinas de sus cimientos, que dejan adivinar sus dimensiones, aunque es uno de los pocos recintos de este tipo que se pueden contemplar en toda su planta.
Desde 1993, el Circo es Patrimonio de la Humanidad según la Unesco como parte del Conjunto arqueológico de Mérida.
El edificio aprovecha en parte una suave pendiente del terreno y el fácil acceso que le proporciona la cercana calzada que salía de la ciudad en dirección a Corduba y Toletum.
Por la magnitud de sus proporciones se levantó extramuros de la ciudad, a unos 400 metros de distancia del otro gran complejo de edificaciones para espectáculos de la colonia, el formado por el teatro y el anfiteatro.
Ahora regreso en dirección al hotel, pero antes hago una parada ante la cripta de Santa Eulalia para visitarla.
Cripta de Santa Eulalia
Eulalia de Mérida nació en esta ciudad aproximadamente en el año 292. Era hija del senador romano Liberio y tanto ella como toda su familia eran cristianos.
Cuando Eulalia cumplió los doce años apareció el decreto del emperador Diocleciano prohibiendo a los cristianos dar culto a Jesucristo y mandándoles adorar a los ídolos paganos. La niña sintió un gran disgusto por estas leyes y se propuso protestar ante los delegados del gobierno.
Viendo sus padres que la joven podía correr algún peligro si se atrevía a protestar contra la persecución de los gobernantes, se la llevaron a vivir al campo pero ella se vino de allá y llegó a la ciudad de Mérida, según la tradición, el 10 de diciembre del año 304.
Eulalia se presentó ante el gobernador Daciano y le protestó valientemente diciéndole que esas leyes que mandaban adorar ídolos y prohibían a Dios eran totalmente injustas y no podían ser obedecidas por los cristianos.
Daciano intentó que cambiara de opinión, la jovencita volvió a negarse y fue cruelmente torturada (ahorraré las terribles descripciones de su macabra muerte)
El poeta Prudencio cuenta que al morir la santa, la gente vio una blanquísima paloma que salió de su cuerpo que volaba hacia el cielo y éste se cubrió de nieve.
Las obras de acondicionamiento necesarias para el mantenimiento y mejora de la iglesia de Santa Eulalia, propiciaron, en el año 1990, la realización de excavaciones arqueológicas de su subsuelo. Los restos materiales aportados por dicha intervención son de gran interés y, a través de ellos, se ha podido conocer la evolución histórica de ese espacio, que se sintetiza en cuatro etapas: casas romanas, necrópolis cristiana (desde el siglo IV) en la que se construyó un mausoleo en memoria de la Mártir, basílica dedicada a Eulalia (s. V) y la iglesia actual (desde 1230 hasta el presente).
Dejo atrás la cripta, me paso por un supermercado cercano, hago algo de compra para cenar esta noche y desayunar al día siguiente regreso a Ciudad Real y mi tren sale muy temprano. Regreso al hotel para dejar lo comprado en el cuarto y vuelvo a la ciudad; aún quedan algunas cosas por ver.
Tomo la calle Almendralejo y me dirijo hasta la rotonda de César Augusto, cerca del río, y me propongo visitar la Área Arqueológica de la Morería.
Área Arqueológica de la Morería
La excavación del Área Arqueológica de Morería, con 12.000 metros cuadrados de extensión, ha aportado gran cantidad de datos referentes a la evolución urbanística e histórica de la ciudad. Su situación, junto al río Guadiana, y su proximidad al puente romano, han favorecido una ocupación persistente de esta zona en las sucesivas fases históricas: romana, visigoda, islámica, medieval cristiana, moderna y contemporánea.
Además de poder conocer la evolución de un barrio desde época romana hasta la actualidad, en este recinto se encuentra el centro de Interpretación de la Vía de la Plata. Así mismo, Morería es el paradigma de la convivencia de la ciudad antigua y la contemporánea.
Sobre la excavación y construido sobre micropilotes, se levanta el edificio de las Nuevas Consejerías, diseñado por Navarro Baldeweg, sirviendo de cubierta a los restos arqueológicos. Una solución integradora con elementos patrimoniales, antiguos y contemporáneos, de primer orden.
Me encamino al Puente de Lusitania para atravesar el Guadiana y entrar de lleno al otro lado del río, en los nuevos barrios de Mérida.
En este margen del Guadiana se encuentra el Parque de las Siete Sillas.
Las siete sillas es el nombre con el que los emeritenses identificaban los restos visibles del Teatro Romano antes de su excavación en el año 1910.
El Monumento de las Siete Sillas, son 7 monolitos de granito en los que reposan libros de bronce que representan el deseo de conocer y saber que llevó a la ciudad, a principios del siglo XX, a descubrir qué se escondía detrás de esas ‘sillas’.
El parque es una auténtica preciosidad. Hay que decir que Mérida es la segunda ciudad de España, después de Madrid, con más espacios verdes (1 millón de metros cuadrados)
Llego por senda hasta el Puente Romano, lo cruzo; vuelvo de nuevo a la vieja ciudad.
Me recibe la loba Capitolina, en una rotonda cercana a la Alcazaba.
Callejeo por el centro de Mérida, paso por la plaza de Santa María, por la Concatedral de Sta. María la Mayor, por la Plaza de España, de nuevo por el Arco de Trajano y, tomando la calle de Almendralejo, paro para comer en un restaurante y, después de ello, me vuelvo al hotel.
Al final ha sido un día muy completo, he caminado unos 11 kilómetros y me espera una buena ducha y un descanso reparador. Al día siguiente salgo muy pronto hacia tierras manchegas.
La noche pasada ha sido muy lluviosa y ha amanecido con el cielo totalmente cubierto y amenazante. Eso me ha preocupado bastante.
He salido del hotel muy temprano para desayunar y, hasta en esos mismos momentos, no he estado seguro de qué iba a hacer en esta jornada.
Vuelvo a mi habitación y, finalmente, me decido; voy a salir a caminar, voy ir a Proserpina.
Salgo bien abrigado.
El recorrido será el mismo de ida que de vuelta. Me dirijo por la calle Marquesa de Pinares hasta el Acueducto de los Milagros y el Puente Romano de la Puerta.
Después de un par de rotondas, me encamino por la avenida del Lago.
Aquí ya comienza el trazado de la Vía de la Plata, también corresponde a la GR30 y al Camino Mozárabe a Santiago.
El recorrido es muy sencillo, se anda en paralelo a la carretera, en un suave ascenso y en un carril muy bien señalizado.
Durante el trayecto hay un par de zonas de descanso, con una pequeña zona verde y bancos, así como algunas ventas, supongo que abiertas en época veraniega, ahora cerradas.
Embalse de Proserpina
De origen romano, se comenzó a construir en el siglo I a.C. y recoge las aguas tanto de las lluvias como las de los arroyos Las Adelfas y Las Pardillas.
El buen estado de conservación actual del embalse se debe a que, tras la caída del Imperio romano, además de su función de abastecimiento de Augusta Emerita a través del Acueducto de los Milagros, el lago artificial ha sido siempre una popular zona de baño y recreo, por lo que se continuó cuidando y modificando.
Durante siglos, el embalse era conocido como «Charca de la Albuera» o «Albuhera de Carija», (del árabe Albufera, laguna) , debido a su cercanía a la montaña de Carija. En el siglo XVIII fue descubierta una lápida en la que se invocaba a la diosa Ataecina-Proserpina, recibiendo desde entonces la actual nomenclatura.
CERRO DE CARIJA
Forma parte de la denominación Conjunto arqueológico de Mérida, declarado Patrimonio de la Humanidad en 1993 por la Unesco.
Tengo que decir que a lo largo del recorrido, el cielo se ha mantenido respetuoso y no ha soltado ni una gota.
Al llegar al embalse hago un recorrido por entre los muros de origen romano que componen la presa y son interesantes las explicaciones de los paneles informativos.
El dique, que mide unos 428 m de longitud y 21 m de altura máxima, tiene forma de talud escalonado aguas arriba formado por sillares regulares de granito. En esta zona se adosan nueve contrafuertes de configuración escalonada. En la parte opuesta, el dique se refuerza con una gran espaldón de tierra. Durante unas obras de limpieza que empezaron en 1991 y para las cuales se desecó el embalse, se descubrió la base del dique y se comprobó que los contrafuertes tienen forma curva en su parte inferior. Se ha interpretado que puede tratarse de una primera presa de seis metros de altura, construida durante la fundación de la ciudad a finales del siglo I a. C. y que fue ampliada tiempo después, en el siglo II d. C. En la cara del dique que da aguas abajo existen dos torres de captación para regular las salidas de agua hacia la ciudad. El acueducto de los Milagros llevaba el líquido elemento hasta Augusta Emérita.
Al otro lado de las aguas se puede contemplar la hermosa urbanización que se ha desarrollado alrededor del embalse.
Comienzo ahora el regreso a Mérida. Como ya he comentado es por el mismo camino que en la ida.
Han sido en total cerca de 14 kilómetros de caminata y, finalmente, en una mañana espectacular.
A mi llegada a la ciudad, hago una parada para tomarme una cerveza con su tapa correspondiente, marcho al hotel para ducharme, cambiarme de ropa y salir a un restaurante cercano para darme un buen homenaje.
Regreso después al alojamiento para tumbarme la siesta.
Por la tarde, ahora sí llueve, salgo a dar una vuelta por Mérida, pasear por entre las tiendas y curiosear.
Ya por la noche, vuelvo a hotel a descansar hasta la próxima jornada.
Con el panorama de previsiones para los próximos días (22/11, cubierto y posible llovizna, 23/11 y 24/11, muy nuboso y grandes chubascos), cambio mis planes y voy a intentar visitar lo máximo que pueda en este día y en cuanto a los siguientes ya veré qué se puede hacer.
Me pego un buen madrugón, busco un lugar cercano para desayunar y regreso al hotel para preparar mi itinerario…
Comienzo visitando la Basílica de Santa Eulalia, patrona de la ciudad, y, después, por paso subterráneo, cruzo las vías del tren y me dirijo al Acueducto de los Milagros, por el parque del río Albarregas y el Puente Romano de la Puerta.
Comienza aquí un recorrido por los parques del Guadiana.
Camino por las sendas del parque de los Milagros, siguiendo el curso del río Albarregas, hasta llegar a su unión con el Guadiana, me dirijo al mirador del río, donde se encuentra el azud de Mérida y al fondo, en el horizonte, el embalse de Montijo.
Paseo por la Isla del Puente de Hierro, teniendo a mi frente la moderna estructura del de Lusitania.
Me encamino hacia el Puente Romano por el parque de la Isla.
Aquí tomo la pasarela que sube a este hermoso e histórico puente y que me lleva hasta la misma puerta de entrada a la Alcazaba de la ciudad.
Compro el billete de 16 € que da acceso, no sólo a la Alcazaba, sino también a la gran mayoría de los monumentos de la ciudad; sin restricciones ni caducidad. Fabuloso!!!
La Alcazaba de Mérida.
Es la más antigua fortificación musulmana de la península ibérica. Construida por Abderramán II en el año 835 d.C.
La fortificación consiste en un recinto cuadrado de 130 metros de lado capaz de albergar un buen número de tropas. En su interior hay un aljibe, que es una cisterna subterránea de agua filtrada desde el cercano río Guadiana a la que se accede por una doble escalera desde el piso bajo de una torre. Dentro destacan las pilastras reaprovechadas de algún edificio visigodo cuya decoración, en relieve, consta de columnas en sus laterales y motivos vegetales que forman círculos alrededor de racimos y palmetas en sus frentes.
A la Alcazaba se accedía desde el puente romano a través de un pequeño recinto fortificado denominado tradicionalmente «alcazarejo». Por esta gran barbacana se controlaba el paso de personas y mercancías a la ciudad de forma que el recinto militar principal quedaba totalmente independiente de la población civil. A este último se entra por una puerta flanqueada por dos torres sobre cuyo arco de herradura se conserva una de las inscripciones fundacionales.
El recinto ha sido catalizador de cuantos períodos históricos ha tenido la ciudad. Se conservan restos de una doble calzada, el decumanus maximus de la urbe, y los cimientos de la puerta romana que separaba la ciudad del puente. También se han hallado vestigios de la muralla de la fundación de Augusta Emerita (del siglo I a. C.) y restos de viviendas extramuros. Entre la muralla romana y la calzada paralela a ella se hallan restos de pequeñas dependencias, tal vez tabernas romanas. Entre las dos calzadas están los cimientos de una casa fechada en el siglo IV, con peristilo (patio porticado), termas y pavimento de mosaicos y placas de mármol.
Realmente sorprendido por la riqueza cultural y la cantidad de restos arqueológicos que aquí se encuentran, dejo este maravilloso recinto y continúo mi paseo, ahora, por la Plaza de España, donde se encuentra el ayuntamiento, y por algunas de las calles del centro.
En una de ellas localizo una tienda de bolsos. Compro una maleta, me dirijo al hotel para dejarla en mi habitación y seguir, después, con la ilusión de continuar descubriendo toda la Mérida romana que aún me queda por contemplar.
Por la avenida de Extremadura y por la calle de San Juan llego al parque de la rambla de Santa Eulalia, donde se encuentra el obelisco dedicado a la mártir.
Ahora por el parque de los Enamorados, la calle López Puigcerve y la de Reyes Huertas, llego hasta las Termas y Pozo de Nieve Romanas.
Por la calle Mariano José de Lara accedo a la calle de las Portezuelas, donde se encuentran las ruinas de otras Termas.
Me dirijo por la calle José Ramón Mélida a la puerta del Museo Nacional de Arte Romano.
Entrada gratuita.
Museo Nacional de Arte Romano
El emplazamiento actual fue inaugurado el 19 de septiembre de 1986 y es obra del arquitecto Rafael Moneo. Se trata de un centro investigador y difusor de la cultura romana donde, además de acoger los hallazgos arqueológicos de la antigua ciudad romana Augusta Emérita, se celebran congresos, coloquios, conferencias, cursos, exposiciones y otras muchas actividades de ámbito nacional e internacional.
Es uno de los edificios Patrimonio de la Humanidad de la Unesco como parte del Conjunto arqueológico de Mérida.
Actualmente el museo alberga más de 36.000 piezas y mantiene una constante y cuidadosa programación cuatrimestral de actividades de muy diversos tipos y dirigidas a distintos públicos, entre las que destacan conferencias, seminarios, congresos, exposiciones, premios, talleres infantiles, excursiones, veladas musicales y poéticas, o las tradicionales visitas guiadas, además de un muy activo servicio de publicaciones, con su revista propia (Anas) y varias series temáticas.
Salgo del edificio absolutamente fascinado por todo lo que he podido ver (las instantáneas no reflejan ni un 5% de lo que hay dentro).
Y ahora me encuentro en la misma puerta de entrada a otras de las joyas de la ciudad; el Teatro y el Anfiteatro de Mérida.
Anfiteatro
La construcción del anfiteatro se planificó junto con la del teatro y se levantó muy poco después. Según se deduce de las inscripciones halladas en su interior, fue inaugurado en el año 8 a. C. Con esta obra se completaba el proyecto de dotar a la colonia Augusta Emérita, ya entonces capital de la provincia Lusitania, de una gran área pública para espectáculos, acorde con su categoría política y administrativa. Este edificio estaba destinado a las luchas entre gladiadores, entre fieras o entre hombres y fieras, las denominadas venatio, que junto a las carreras en el circo fueron las preferidas por el pueblo romano.
Tras su abandono, ligado a la oficialización del cristianismo en el siglo IV d. C., parte de su estructura se fue ocultando bajo tierra y la que quedó descubierta, sobre todo la summa cavea, sirvió como cantera de extracción de materiales para otras obras. Desde el siglo XVI algunos autores llamaron al edificio naumaquia con la creencia errónea de que era el lugar de celebración de simulacros de batallas navales, para lo que se basaban en la profundidad de su foso central y la proximidad de algunos tramos de acueducto. Las excavaciones a partir de 1919 subsanaron el error y le devolvieron su verdadera identidad.
Teatro
Este es un teatro histórico levantado por la Antigua Roma en la colonia Augusta Emérita. Su creación fue promovida por el cónsul Marco Vipsanio Agripa y, según una fecha inscrita en el propio teatro, su inauguración se produjo hacia los años 16-15 a. C.
«Príncipe entre los monumentos emeritenses», como lo denominó el arquitecto José Menéndez-Pidal, el teatro es Patrimonio de la Humanidad desde 1993 como parte del conjunto arqueológico de Mérida.
El teatro ha sufrido varias remodelaciones, la más importante durante el siglo I d. C., cuando se levantó el frente escénico actual, y otra en época de Constantino I, entre los años 333 y 337. El teatro fue abandonado en el siglo IV d. C. tras la oficialización en el Imperio romano de la religión cristiana, que consideraba inmorales las representaciones teatrales.
Demolido parcialmente y cubierto de tierra, durante siglos la única parte visible del edificio fueron las gradas superiores, bautizadas por los emeritenses como «Las Siete Sillas». Las excavaciones arqueológicas en el teatro comenzaron en 1910 y su reconstrucción parcial en 1962.
Desde 1933 alberga la celebración del Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida.
Durante esta última visita lo que no estaba previsto ha sucedido; la lluvia, un suave calabobos, ha hecho acto de presencia.
A pesar de ello, yo sigo con el itinerario pensado. Ahora me dirijo, por entre calles, hacia el sur, hasta llegar a la Casa de Mitreo.
Casa de Mitreo
Vivienda situada fuera del antiguo recinto amurallado, junto al santuario mitráico del Cerro de San Albín, del que recibe su nombre. Su construcción data de fines del siglo I o principios del siglo II y tras sufrir diversas reformas es abandonada a finales del siglo IV.
Se organiza en planta en torno a dos peristilos y un atrio, aunque no se encuentran bien definidos los límites de la casa. A esta se accedía por el noroeste, donde se aprecia un corto pasillo que conduce a un atrio, lo que hace suponer que tuviera alguna relación con el santuario mitráico. El atrio está formado por un cuadrilátero que tiene en cada uno de sus ángulos columnas graníticas de estilo dórico-toscano, de las que se conserva una casi completa. Existen restos de decoración pictórica en el noroeste, a base de un zócalo con imitación de mármoles jaspeados en forma de rombos. A la derecha del atrio se conserva una estancia cuyo pavimento lo constituye un mosaico, conocido como «Mosaico cosmogónico». De la decoración poco se conserva.
Por medio de un pasillo se accede a un peristilo con estanque rectangular con cuatro columnas a cada lado. Las columnas se apoyan sobre una base estucada en rojo. Los espacios de los intercolumnios están cerrados a media altura por murete de ladrillo con abertura al norte y oeste. En las esquinas se conservan restos de pinturas. Abierta a este peristilo se encuentra otra estancia denominada «Habitación de las pinturas», techada para preservar sus zócalos decorados.
Por la derecha del peristilo anterior y por medio de un pasillo, se accede a un segundo peristilo, de mayores proporciones. El centro ocupa un jardín, rodeado por un canal de 50 cm de profundidad, revestido de terrazo, que, en su lado oeste, se ensancha en su parte inferior. Todo ello forma un conjunto rectangular con cinco columnas en los dos lados mayores y cuatro en los menores, y pavimento de mosaico. Alrededor de este peristilo se organizan una serie de estancias, entre ellas tres situadas al norte, con pavimentos de mosaico geométrico en blanco y negro, y paredes con pinturas. Al oeste se encuentra una cisterna con cubierta abovedada, de la que se conserva el arranque, que se alimentaba por medio de un canal que comunicaba con el peristilo. En el ala sur se prolonga el pasillo hasta dos habitaciones con pavimento de mosaico. Al este discurre un pasillo con diversas estancias. En el ángulo sureste se sitúan unas escaleras que conducen a dos habitaciones subterráneas con bóvedas y ventanas elevadas. Estas habitaciones y la escalera conservan restos del enlucido y de pinturas.
A la salida de esta magnífica vivienda paso por delante de la plaza de toros de Mérida (esta no es romana, jajaja) y me dirijo, bajo una lluvia cada vez más intensa, a otros de los puntos de interés del recorrido, el Pórtico del Foro, el Templo de Diana y el Arco de Trajano.
El Pórtico del Foro
Se trata de la esquina de un pórtico monumental que formaba parte del grandioso programa propagandístico del antiguo Foro Municipal de Augusta Emérita.
El Templo de Diana
Templo romano construido en el siglo I d. C. en la ciudad de Augusta Emerita, capital de la provincia romana de Lusitania. Se levantó en el foro municipal de la ciudad romana siguiendo la configuración habitual de los templos de la antigüedad clásica y es el único edificio religioso romano que ha perdurado en Mérida en un aceptable estado de conservación.
El Arco de Trajano
El conocido como Arco de Trajano es un arco monumental romano que recibe esta denominación debido a que en su momento se pensó que era un arco triunfal. El arco ha sido conocido tradicionalmente en la ciudad como «de Trajano», sin ningún fundamento que lo relacione con ese emperador. Desde el 13 de diciembre de 1912 está protegido como Bien de Interés Cultural y en 1993 la Unesco lo declaró Patrimonio de la Humanidad como parte del Conjunto arqueológico de Mérida.
Después de haber comido en un restaurante cercano al Templo de Diana, y viendo que la lluvia cada vez arrecia más, me decido a volver al hotel.
A mi paso aún puedo contemplar la Iglesia de Nuestra Señora del Carmen y los restos de la muralla romana y la torre de Albarrana.
Llego a mi habitación. Ha sido un día bastante completo (entre las dos caminatas hacen un total de casi 13 kilómetros) y no tengo muchas más ganas de nada. Una buena ducha, un rato tumbado descansando los pies, algo de tele, algo de escritura y posibles planes para el día siguiente (todo depende del clima).
La mañana ha amanecido cubierta. Yo no tengo hasta las 16:50 el tren a Mérida, así que me lo tomo con calma, recompongo y preparo el equipaje, salgo a desayunar (un café con leche y dos porras, que parecen dos postes de la luz), vuelvo a recepción del hotel y le comento mi situación al chaval del mostrador, un cordobés ‘mu’ saleroso… «Sin problema, puede usted dejar aquí las maletas, ir a dar una vuelta por la ciudad y, cuando crea conveniente, viene por ellas y puede continuar su viaje»…
Pues, dicho y hecho. Me lanzo a recorrer Ciudad Real, con la comodidad de llevar sólo lo necesario en los bolsillos.
Más o menos tengo claro qué sitios quiero visitar.
Callejeando por esta pequeña urbe que, al tener universidad, respira un aire especial, tiene multitud de espacios verdes, cuidados con mimo y se hace ameno el paseo.
Llego hasta el convento de la Inmaculada Concepción y al de las Hermanas de la Cruz, también a la iglesia de Santiago, con su Cruceiro y su Sacristía.
Me encamino al note hasta llegar a la Puerta de Toledo, estructura que formó parte de las murallas de la ciudad, de estilo gótico, con dos arcos, de herradura y ojival, en cada una de sus fachadas. Se atribuye su construcción durante el reinado de Alfonso X, el Sabio, y está considerado como Bien de Interés Cultural.
Me dirijo ahora, por avenidas, a los alrededores del cementerio municipal, un gran parque cuidado con mucho esmero.
Voy hacia el sur, paso por los aledaños de la plaza de toros, me acerco hasta el convento de las Carmelitas Descalzas, al convento de la Merced y, muy próxima, a la Catedral de Santa María del Prado.
Continúo deambulando por el centro y decido dirigirme a la estación, tomarme un refresco, hacerme la tarjeta dorada y regresar al hotel, comer en su restaurante, coger el equipaje, volver de nuevo a la central de Renfe y tomar el tren con destino Mérida.
Al subir a mi vagón se me rompe la maleta… Dios, menudo inconveniente!!!
Recorrido eterno hasta la capital extremeña. Llegada cerca de las 22:00 con el tiempo justo para ir al hotel, hacer el check-in, pedir algo de cena en la habitación, deshacer la maltrecha maleta, aseo personal y poco más.
Los últimos dos días han sido tan desastrosos que, hasta esta misma mañana, no tenía la certeza de poder realizar este viaje. He despertado y, casi de forma milagrosa, las principales aberturas de mi cuerpo habían dejado de eliminar restos biológicos (por momentos he llegado a pensar que debía tirarme directamente al contenedor marrón).
He tomado un taxi hacia la estación de Renfe de Alicante que me ha costado tanto como el billete a mi primer destino (grrr).
Cuatro horas de tren, parada en los principales pueblos y, a eso de las 14:20, he llegado a Ciudad Real (primer alto de estas mini vacaciones otoñales).
Llego al hotel (pensión/2**), hago el check-in, preparo/aligero la mochila, como en el restaurante de al lado (sopa y filete de emperador) y, a eso de las 15:30, salgo pitando para hacer una de las caminatas que llevo preparadas en mi gps. Nada del otro mundo, unos 11’33 kilómetros que, partiendo del mismo alojamiento, me ha llevado por entre algunos polígonos industriales, varias zonas residenciales y parcelas de cultivo hasta la ermita de San Isidro, que se encuentra en el parque forestal del mismo nombre, dentro del término municipal de Miguelturra.
Visita por el exterior del templo y fotos de rigor en el vértice geodésico que hay en la zona (San Isidro, 674 msnm)
Como no quiero que me sorprenda la noche, no hago ningún descanso y comienzo el regreso por el mismo itinerario que en la ida.
Llego al hotel relativamente pronto, no me apetece ni cenar y, después del aseo oportuno, me meto en la cama esperando el sueño… hasta el día siguiente.