Mérida, por los parques del Guadiana y Alcazaba, en Wikiloc.
Mérida, recorrido urbano, los grandes monumentos romanos, en Wikiloc.
Martes, 22 de noviembre.
Con el panorama de previsiones para los próximos días (22/11, cubierto y posible llovizna, 23/11 y 24/11, muy nuboso y grandes chubascos), cambio mis planes y voy a intentar visitar lo máximo que pueda en este día y en cuanto a los siguientes ya veré qué se puede hacer.
Me pego un buen madrugón, busco un lugar cercano para desayunar y regreso al hotel para preparar mi itinerario…
Comienzo visitando la Basílica de Santa Eulalia, patrona de la ciudad, y, después, por paso subterráneo, cruzo las vías del tren y me dirijo al Acueducto de los Milagros, por el parque del río Albarregas y el Puente Romano de la Puerta.
Comienza aquí un recorrido por los parques del Guadiana.
Camino por las sendas del parque de los Milagros, siguiendo el curso del río Albarregas, hasta llegar a su unión con el Guadiana, me dirijo al mirador del río, donde se encuentra el azud de Mérida y al fondo, en el horizonte, el embalse de Montijo.
Paseo por la Isla del Puente de Hierro, teniendo a mi frente la moderna estructura del de Lusitania.
Me encamino hacia el Puente Romano por el parque de la Isla.
Aquí tomo la pasarela que sube a este hermoso e histórico puente y que me lleva hasta la misma puerta de entrada a la Alcazaba de la ciudad.
Compro el billete de 16 € que da acceso, no sólo a la Alcazaba, sino también a la gran mayoría de los monumentos de la ciudad; sin restricciones ni caducidad. Fabuloso!!!
La Alcazaba de Mérida.
Es la más antigua fortificación musulmana de la península ibérica. Construida por Abderramán II en el año 835 d.C.
La fortificación consiste en un recinto cuadrado de 130 metros de lado capaz de albergar un buen número de tropas. En su interior hay un aljibe, que es una cisterna subterránea de agua filtrada desde el cercano río Guadiana a la que se accede por una doble escalera desde el piso bajo de una torre. Dentro destacan las pilastras reaprovechadas de algún edificio visigodo cuya decoración, en relieve, consta de columnas en sus laterales y motivos vegetales que forman círculos alrededor de racimos y palmetas en sus frentes.
A la Alcazaba se accedía desde el puente romano a través de un pequeño recinto fortificado denominado tradicionalmente «alcazarejo». Por esta gran barbacana se controlaba el paso de personas y mercancías a la ciudad de forma que el recinto militar principal quedaba totalmente independiente de la población civil. A este último se entra por una puerta flanqueada por dos torres sobre cuyo arco de herradura se conserva una de las inscripciones fundacionales.
El recinto ha sido catalizador de cuantos períodos históricos ha tenido la ciudad. Se conservan restos de una doble calzada, el decumanus maximus de la urbe, y los cimientos de la puerta romana que separaba la ciudad del puente. También se han hallado vestigios de la muralla de la fundación de Augusta Emerita (del siglo I a. C.) y restos de viviendas extramuros. Entre la muralla romana y la calzada paralela a ella se hallan restos de pequeñas dependencias, tal vez tabernas romanas. Entre las dos calzadas están los cimientos de una casa fechada en el siglo IV, con peristilo (patio porticado), termas y pavimento de mosaicos y placas de mármol.
Realmente sorprendido por la riqueza cultural y la cantidad de restos arqueológicos que aquí se encuentran, dejo este maravilloso recinto y continúo mi paseo, ahora, por la Plaza de España, donde se encuentra el ayuntamiento, y por algunas de las calles del centro.
En una de ellas localizo una tienda de bolsos. Compro una maleta, me dirijo al hotel para dejarla en mi habitación y seguir, después, con la ilusión de continuar descubriendo toda la Mérida romana que aún me queda por contemplar.
Por la avenida de Extremadura y por la calle de San Juan llego al parque de la rambla de Santa Eulalia, donde se encuentra el obelisco dedicado a la mártir.
Ahora por el parque de los Enamorados, la calle López Puigcerve y la de Reyes Huertas, llego hasta las Termas y Pozo de Nieve Romanas.
Por la calle Mariano José de Lara accedo a la calle de las Portezuelas, donde se encuentran las ruinas de otras Termas.
Me dirijo por la calle José Ramón Mélida a la puerta del Museo Nacional de Arte Romano.
Entrada gratuita.
Museo Nacional de Arte Romano
El emplazamiento actual fue inaugurado el 19 de septiembre de 1986 y es obra del arquitecto Rafael Moneo. Se trata de un centro investigador y difusor de la cultura romana donde, además de acoger los hallazgos arqueológicos de la antigua ciudad romana Augusta Emérita, se celebran congresos, coloquios, conferencias, cursos, exposiciones y otras muchas actividades de ámbito nacional e internacional.
Es uno de los edificios Patrimonio de la Humanidad de la Unesco como parte del Conjunto arqueológico de Mérida.
Actualmente el museo alberga más de 36.000 piezas y mantiene una constante y cuidadosa programación cuatrimestral de actividades de muy diversos tipos y dirigidas a distintos públicos, entre las que destacan conferencias, seminarios, congresos, exposiciones, premios, talleres infantiles, excursiones, veladas musicales y poéticas, o las tradicionales visitas guiadas, además de un muy activo servicio de publicaciones, con su revista propia (Anas) y varias series temáticas.
Salgo del edificio absolutamente fascinado por todo lo que he podido ver (las instantáneas no reflejan ni un 5% de lo que hay dentro).
Y ahora me encuentro en la misma puerta de entrada a otras de las joyas de la ciudad; el Teatro y el Anfiteatro de Mérida.
Anfiteatro
La construcción del anfiteatro se planificó junto con la del teatro y se levantó muy poco después. Según se deduce de las inscripciones halladas en su interior, fue inaugurado en el año 8 a. C. Con esta obra se completaba el proyecto de dotar a la colonia Augusta Emérita, ya entonces capital de la provincia Lusitania, de una gran área pública para espectáculos, acorde con su categoría política y administrativa. Este edificio estaba destinado a las luchas entre gladiadores, entre fieras o entre hombres y fieras, las denominadas venatio, que junto a las carreras en el circo fueron las preferidas por el pueblo romano.
Tras su abandono, ligado a la oficialización del cristianismo en el siglo IV d. C., parte de su estructura se fue ocultando bajo tierra y la que quedó descubierta, sobre todo la summa cavea, sirvió como cantera de extracción de materiales para otras obras. Desde el siglo XVI algunos autores llamaron al edificio naumaquia con la creencia errónea de que era el lugar de celebración de simulacros de batallas navales, para lo que se basaban en la profundidad de su foso central y la proximidad de algunos tramos de acueducto. Las excavaciones a partir de 1919 subsanaron el error y le devolvieron su verdadera identidad.
Teatro
Este es un teatro histórico levantado por la Antigua Roma en la colonia Augusta Emérita. Su creación fue promovida por el cónsul Marco Vipsanio Agripa y, según una fecha inscrita en el propio teatro, su inauguración se produjo hacia los años 16-15 a. C.
«Príncipe entre los monumentos emeritenses», como lo denominó el arquitecto José Menéndez-Pidal, el teatro es Patrimonio de la Humanidad desde 1993 como parte del conjunto arqueológico de Mérida.
El teatro ha sufrido varias remodelaciones, la más importante durante el siglo I d. C., cuando se levantó el frente escénico actual, y otra en época de Constantino I, entre los años 333 y 337. El teatro fue abandonado en el siglo IV d. C. tras la oficialización en el Imperio romano de la religión cristiana, que consideraba inmorales las representaciones teatrales.
Demolido parcialmente y cubierto de tierra, durante siglos la única parte visible del edificio fueron las gradas superiores, bautizadas por los emeritenses como «Las Siete Sillas». Las excavaciones arqueológicas en el teatro comenzaron en 1910 y su reconstrucción parcial en 1962.
Desde 1933 alberga la celebración del Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida.
Durante esta última visita lo que no estaba previsto ha sucedido; la lluvia, un suave calabobos, ha hecho acto de presencia.
A pesar de ello, yo sigo con el itinerario pensado. Ahora me dirijo, por entre calles, hacia el sur, hasta llegar a la Casa de Mitreo.
Casa de Mitreo
Vivienda situada fuera del antiguo recinto amurallado, junto al santuario mitráico del Cerro de San Albín, del que recibe su nombre. Su construcción data de fines del siglo I o principios del siglo II y tras sufrir diversas reformas es abandonada a finales del siglo IV.
Se organiza en planta en torno a dos peristilos y un atrio, aunque no se encuentran bien definidos los límites de la casa. A esta se accedía por el noroeste, donde se aprecia un corto pasillo que conduce a un atrio, lo que hace suponer que tuviera alguna relación con el santuario mitráico. El atrio está formado por un cuadrilátero que tiene en cada uno de sus ángulos columnas graníticas de estilo dórico-toscano, de las que se conserva una casi completa. Existen restos de decoración pictórica en el noroeste, a base de un zócalo con imitación de mármoles jaspeados en forma de rombos. A la derecha del atrio se conserva una estancia cuyo pavimento lo constituye un mosaico, conocido como «Mosaico cosmogónico». De la decoración poco se conserva.
Por medio de un pasillo se accede a un peristilo con estanque rectangular con cuatro columnas a cada lado. Las columnas se apoyan sobre una base estucada en rojo. Los espacios de los intercolumnios están cerrados a media altura por murete de ladrillo con abertura al norte y oeste. En las esquinas se conservan restos de pinturas. Abierta a este peristilo se encuentra otra estancia denominada «Habitación de las pinturas», techada para preservar sus zócalos decorados.
Por la derecha del peristilo anterior y por medio de un pasillo, se accede a un segundo peristilo, de mayores proporciones. El centro ocupa un jardín, rodeado por un canal de 50 cm de profundidad, revestido de terrazo, que, en su lado oeste, se ensancha en su parte inferior. Todo ello forma un conjunto rectangular con cinco columnas en los dos lados mayores y cuatro en los menores, y pavimento de mosaico. Alrededor de este peristilo se organizan una serie de estancias, entre ellas tres situadas al norte, con pavimentos de mosaico geométrico en blanco y negro, y paredes con pinturas. Al oeste se encuentra una cisterna con cubierta abovedada, de la que se conserva el arranque, que se alimentaba por medio de un canal que comunicaba con el peristilo. En el ala sur se prolonga el pasillo hasta dos habitaciones con pavimento de mosaico. Al este discurre un pasillo con diversas estancias. En el ángulo sureste se sitúan unas escaleras que conducen a dos habitaciones subterráneas con bóvedas y ventanas elevadas. Estas habitaciones y la escalera conservan restos del enlucido y de pinturas.
A la salida de esta magnífica vivienda paso por delante de la plaza de toros de Mérida (esta no es romana, jajaja) y me dirijo, bajo una lluvia cada vez más intensa, a otros de los puntos de interés del recorrido, el Pórtico del Foro, el Templo de Diana y el Arco de Trajano.
El Pórtico del Foro
Se trata de la esquina de un pórtico monumental que formaba parte del grandioso programa propagandístico del antiguo Foro Municipal de Augusta Emérita.
El Templo de Diana
Templo romano construido en el siglo I d. C. en la ciudad de Augusta Emerita, capital de la provincia romana de Lusitania. Se levantó en el foro municipal de la ciudad romana siguiendo la configuración habitual de los templos de la antigüedad clásica y es el único edificio religioso romano que ha perdurado en Mérida en un aceptable estado de conservación.
El Arco de Trajano
El conocido como Arco de Trajano es un arco monumental romano que recibe esta denominación debido a que en su momento se pensó que era un arco triunfal. El arco ha sido conocido tradicionalmente en la ciudad como «de Trajano», sin ningún fundamento que lo relacione con ese emperador. Desde el 13 de diciembre de 1912 está protegido como Bien de Interés Cultural y en 1993 la Unesco lo declaró Patrimonio de la Humanidad como parte del Conjunto arqueológico de Mérida.
Después de haber comido en un restaurante cercano al Templo de Diana, y viendo que la lluvia cada vez arrecia más, me decido a volver al hotel.
A mi paso aún puedo contemplar la Iglesia de Nuestra Señora del Carmen y los restos de la muralla romana y la torre de Albarrana.
Llego a mi habitación. Ha sido un día bastante completo (entre las dos caminatas hacen un total de casi 13 kilómetros) y no tengo muchas más ganas de nada. Una buena ducha, un rato tumbado descansando los pies, algo de tele, algo de escritura y posibles planes para el día siguiente (todo depende del clima).